Ubuntu Software sigue siendo un desastre, un quiero y no puedo que lastra la experiencia de usuario

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Alto. Calma. Respira hondo y termina de leer el artículo, que en el titular solo cabe la esencia condensada y tanto si te ha causado gracia, indiferencia o indignación, tiene su porqué. No todo es blanco o negro. De hecho, estoy usando de manera intermitente Ubuntu 22.04 LTS desde su lanzamiento y, salvo excepciones, me parece un gran lanzamiento: se ve fenomenal, va fenomenal… ¿Qué más se le puede pedir? Varias cosas, a decir verdad.

Pero no vengo ahora a entrar en todo lo que se puede pedir o dejar de pedir a Jammy Jellyfish. Ni siquiera me la instalé porque me apeteciera… o en realidad sí. Sin embargo, la apetencia pasa rápido por la incomodidad que supone estar usando un escritorio ajeno al habitual -tengo todo lo que necesito bien sincronizado, pero siempre falta algo- y lo que queda es el deber, que también se reparte en varios quehaceres.

Así, mientras que con unos días de uso me hubiese bastado para saciar mi curiosidad acerca de Ubuntu 22.04 LTS, la mantengo instalada, primero, para hacerme una idea sólida del estado de la que sigue siendo la distribución número uno de Linux en PC, al menos por el momento; y derivado de lo anterior, porque me sirve para actualizar los tutoriales que publicamos tras el lanzamiento de una nueva versión LTS de Ubuntu y que se han retrasado por el rediseño de MuyLinux, entre otras razones.

Esta, por el contrario, es una entrada de opinión que quizás no compartas, pero que tenía que sacar sí o sí. Y es que la medusa gelatinosa trae muchas cosas buenas, pero también algunas que no me han gustado nada y de todas con las que me he encontrado hasta la fecha, la gestión del software es la peor con diferencia. Y no, no va solo de Snap la historia, aunque tiene mucho que ver… a la fuerza, claro.

Es más, voy a dejar de opinar en los siguiente párrafos, para simplemente relatar la que, considero, es la peor experiencia con la gestión de software de cualquier otra versión de Ubuntu hasta la fecha. Al menos, que yo recuerde. Que alguien me corrija si me equivoco en algo.

Ahora sí, dejo ya de opinar y «comienzo a instalar Ubuntu 22.04 LTS»…

Como siempre, el proceso es rápido y sencillo; y, como siempre, lo primero nada más iniciar sesión por primera vez en el escritorio, es actualizar el sistema. ¿Usando el qué? Abriendo el menú de aplicaciones, hay dos que deberían servir: la típica de «Actualizaciones» y la tienda de aplicaciones de Ubuntu, o sea, Ubuntu Software, o sea, la Snap Store. Pero mejor me espero un poco a ver qué salta primero.

Y lo que salta primero es… el viejo asistente de «Actualizaciones», listo para cumplir con su labor con apenas un clic. Termina la actualización y me pide reiniciar. Reinicio y al volver a entrar en el escritorio, ejecuto de nuevo el mismo asistente para ver si queda algo por ahí. Y queda algo. Pero una vez actualizado, no me pide volver a reiniciar. Así que sigo con mis cosas. En concreto, abro la tienda de aplicaciones para instalar unas cuantas…

 Y me topo con que la pestaña de actualizaciones me indica que, sí, hay más actualizaciones esperando. ¿Cuáles? Las de los paquetes Snap: el de Firefox, el navegador web por defecto de Ubuntu; pero también el de la propia tienda de aplicaciones, la Snap Store, y las dependencias de ambos. Ignoro si de haber esperado más tiempo, Ubuntu Software hubiese ejecutado alguna notificaciones que me avisase, porque mantener el navegador actualizado me parece una tarea crítica.

En todo caso, es una gran chapuza que a estas alturas creía que ya estaría resuelta: ¿dos formas de actualizar, indispensables, independientes e incompatibles entre sí? ¿En serio? ¿Y esto lo hace el «Linux para seres humanos»? ¿De verdad? Pues tonto de mí, porque escribiendo estas líneas me acordaba de que algo así pasó también con Ubuntu 20.04 LTS, pero es que ni siquiera me refiero a lo mismo.

Da la casualidad -o tal vez no- de que, siempre en mi opinión, Ubuntu Software fue la gran chapuza de Ubuntu 20.04 LTS, una imposición inconsistente fundamentada en la apuesta que mantiene Canonical por implantar su servicio de distribución de software a cualquier coste, sea capaz de reemplazar con la calidad deseada la opción previa o no. Y no lo es. Al menos, por el momento.

Me quejaba en ese otro artículo de la falta de soporte de Flatpak, o de que Ubuntu Software priorizase las aplicaciones Snap por delante de las disponibles en los repositorios corrientes del sistema. Pero es que las inconsistencias son tan malas como esos «comportamientos». Porque, de hecho, sigue ocurriendo lo mismo: la prioridad en los paquetes ofrecidos es Snap y Flatpak ni está, ni se le espera.

Mientras que lo de priorizar su propio formato de paquetes se entiende sin explicarlo, de la ausencia de Flatpak se podría decir lo mismo, pero no, la postura oficial no se atreve a tanto, esto es, a renegar de su competencia más directa. Por el contrario, argumentos estúpidos es la única respuesta que hemos obtenido no ya de Canonical, sino de su mismísimo jefazo.

De hecho, si nos remontamos más atrás en el tiempo, recuerdo que Ubuntu Software comenzó su andadura como Snap sin siquiera ofrecer soporte para instalar aplicaciones en formato Deb, aunque lo arregló rápido.

Ni siquiera entro en errores como este

Lo que no se ha arreglado en este tiempo es lo demás. Así que podemos convenir en que aspectos como el priorizar Snap es algo razonable o cuando menos comprensible y que mi rechazo a este proceder es mera opinión. Pero que se nieguen a implementar soporte de Flatpak es una desventaja clara, porque le están negando a sus usuarios una abundante fuente de software; y lo de separar las actualizaciones en dos clientes es directamente aberrante, sobre todo para el recién llegado, uno de los públicos objetivos de Ubuntu.

Por si alguien se lo pregunta, yo no tengo nada en contra de Ubuntu o Snap per se, son todo crítica concretos que me parecen un sinsentido. Ya sabéis muchos que mi sistema de cabecera es KDE neon, que se basa en Ubuntu LTS, y va muy bien. En neon uso los repositorios corrientes de Ubuntu, varios PPA, Snap, Flatpak… y lo gestiono todo a través de Discover, actualizaciones incluidas. Da igual cuántas actualizaciones aparecen y de dónde vengan, porque con un clic lo soluciono.

¿Por qué Ubuntu no puede hacer lo mismo? Porque Canonical antepone sus intereses a los de sus usuarios. Así de simple. Porque igual que empaquetan prácticamente todo GNOME, podrían hacerlo con GNOME Software, donde es posible utilizar todas las fuentes de software en armonía… wait! ¡Que ya lo hacen! Ubuntu Software ya está incluido en los repositorios de Ubuntu, pero prefieren desarrollar y preinstalar Ubuntu Software porque… No sé por qué, más allá de las ansias de control o relevancia.

¿Quién se acuerda de los follones de Snap más allá de Ubuntu y de cómo Canonical se comprometió a mantener el soporte de Snap en GNOME Software? ¿Para qué lo hicieron? ¿Para que usuarios de otras distribuciones pudieran tener un fácil acceso a la Snap Store, pero negarles a los suyos el acceso a Flathub y demás fuentes de Flatpak? Luego se extrañarán de que por ahí no quieran saber nada de Snap, aunque no sea solo por eso, sino por su modelo centralizado.

Vuelvo a la cuestión que planteaba antes: ¿por qué Ubuntu ofrece dos formas de actualizar, indispensables, independientes e incompatibles entre sí? Es tal cual, ¿eh?: el asistente de actualizaciones y Ubuntu software se reparten las actualizaciones en formatos Deb y Snap, respectivamente, ambas contienen aplicaciones indispensables, que deben ser actualizadas cuanto antes mejor, y son incompatibles entre sí, porque lo que actualiza el uno, no lo puede actualizar el otro.

¿Es esto una chapuza o no lo es? Pero es que además es una chapuza a mala leche, cuando podrían solucionarlo reemplazando ese horror de Ubuntu Software con GNOME Software, que son absolutamente iguales, y matar dos pájaros de un tiro: una misma interfaz para actualizarlo todo, ponen Snap por defecto y dejan que Flatpak lo instalen los usuarios que lo conozcan. Todos contentos. Pero no, mejor que el usuario se coma una experiencia deficiente.

Por último, repito la pregunta cuya respuesta no he tenido la paciencia de esperar: ¿qué pasa si solo instalas las actualizaciones que aparecen en el asistente común? ¿Ubuntu Software lanza en algún momento una notificación o algo, si no entras no hay tutía? Lo menciono por lo ya mencionado, valga la redundancia: quien use Firefox, querrá tenerlo bien actualizado. Por seguridad, más que nada.

Por cierto, una aclaración: hablo todo el rato de Ubuntu Software, aunque también me refiero a ello como la Snap Store. Es lo mismo, en realidad. De cara al usuario se muestra como Ubuntu Software, pero el paquete se llama Snap Store, que es también como se llama la tienda global de Snap. Por si alguien se ha confundido.

GNOME Software también tiene lo suyo

A todo esto, uno de los tutoriales obligatorios será el de gestión de software, visto lo visto. la solución que más me ha agradado a mí es quitar de en medio a Ubuntu Software e instalar GNOME Software, así lo manejo todo desde ahí. Sin embargo, no deja de tener su aquel, porque aunque lo integra todo (Deb, Flatpak, Snap), su proceso de actualización es… muy pesado.

Ojo, porque esto también puede ser mi opinión, nada favorable con las actualizaciones fuera de línea o actualizaciones en diferido. Son más seguras, sí, pero me resultan un incordio total, tal y como lo conté cuando las adoptó Discover. Me las quitaba antes incluso de que se añadiera una opción para ello. No obstante, puede que haya quien las prefiera.

Dicho lo cual, que GNOME Software sea igualmente incapaz de actualizar todas las actualizaciones de una tacada, me deja frío. Que sí, puedes actualizar primero las que vengan en forma de Flatpak y Snap, pero luego tienes que volver a darle para el resto (ver los diferentes bloques en la imagen de más arriba). ¿Seriously?

 

 

Fuente: Muy Linux.